Testamento del indio Diego Huallpa. 31-XII-1572
“cómo
este indio hizose sospechoso a otro, por nombre Huanca, que le instó a que
revelase su secreto, lo que Huallpa hizo, repartiéndose quehacer en la veta.
Disgustados ambos indios, Huanca comunicólo entonces a su amo, pues era
“yanacona” o criado de un español, que se llamaba Villarroel y éste fue ya el
primer blanco que iba a sacar fruto de las minas que el cerro atesoraba”. (José
de Acosta)
Visitando Potosí el Virrey Toledo, se le hace una petición por un hijo del descubridor del cerro. Entonces por encargo de Toledo, el clérigo presbítero Rodrigo de La Fuente, ese mismo día se constituyó en la vivienda del peticionario con objeto de averiguar lo relativo al caso, habiendo encontrado a un indígena de unos setenta años de edad, postrado en cama por enfermedad y rodeado por sus nueve hijos entre hombres y mujeres, y por sus nietos, “indio de buena disposición y aspecto y de mejor razón y entendimientos” al decir de La Fuente.
DEL DESCUBRIMIENTO DE POTOSI Y QUIEN FUE EL PRIMER DESCUBRIDOR Y OTRAS COSAS DEL CERRO (*)
Notoria cosa es a los hombres
que cristianamente quieren considerarlas obras de la naturaleza ser guiadas por
el Criador della, que dellas, producen
fines incomprensibles para bien y utilidad del género humano, porque viéndolas,
se elabe el nombre de Dios y sea a gloria y a honra suya; el cual suplico me de
lumbre en el entendimiento para que
pueda manifestar con verdad lo que aquí quiero (así) declarar a las gentes que
lo quieren saber y quede en memoria a los venideros siglos como y cuándo y en
qué tiempo y por quién fue Nuestro Señor servido se manifestare la riqueza de
plata tan innumerable que estaba y está abscondida en el cerro que los naturales
de esta tierra de la provincia Caracaras llamaban y hoy día generalmente por el
mundo se llama cerro de Potosí, por
la mucha noticia que del se tiene por su gran riqueza, Y viniendo a contar cómo sucedió lo que
escribo, fue:
En treinta y un días del mes
de diciembre del año de nuestra redención de mil é quinientos é setenta y dos
años, estando el muy excelente señor don Francisco de Toledo, visorrey destos
reinos del Perú y Tierra Firme, en la
villa imperial de Potosí, y estando
este día yo, Rodrigo de la Fuente, clérigo presbítero, en presencia de su excelencia, llegó un indio con una petición
diciendo que era hijo del primer indio que había descubierto y dado notica a
los cristianos haber plata en el cerro de Potosí; que su excelencia le hiciese merced conforme
a tan gran servicio, pues manifestó ser lo que decía vedad a las gentes
antiguas que en aquel pueblo estaban.
Regocíjose su excelencia de
oir esta petición, por ser como es tan amigo de hacer bien a los naturales
desta tierra,y me mandó que hiciese información si lo que decía este indio era
verdad, pues en la villa imperial de Potosí,
donde estábamos había gentes que con verdad podrían decir si lo que este indio
decía era así.
Este día fui a la casa del
padre de este indio que presentó la petición a su excelencia, que vivía con sus
hijos y mujer en la ranchería, y llevé conmigo a Jerónimo Hernández ciente
(esciente) en la lengua general de los indios ingas y en la aymará, para con él mejor que poder
entender, y hallé en la dicha casa un indio de buena disposición y aspecto de
la mejor razón y entendimiento, porque a muchas cosas que le pregunté, aunque
estaba en la cama días había enfermo, de la cual enfermedad murió dentro de quince días, siempre me dio buena salida
de todo. Podría tener de edad, a lo que parecía, setenta años; bien mostraba
tenerlos, porque estaba cercado de nueve hijos, los cinco de ellos mujeres y
todos en edad madura y con hijos.
Llamábase este indio en su
lengua Gualpa, y después bautizó y
casó y se llamó don Diego Gualpa. Era
natural de Chumbibilca, del pueblo
que se decía Yanqui, del
repartimiento del licenciado Carbajal, en los términos del Cuzco. Díjome que en su
tierra era hijo de un principal que se decía Alcaxuca, del ayllo Hanansaya
que entre los indios de esta tierra se tiene por calidad.
Viendo yo a este indio
fatigado con su larga enfermedad que padecía días había, le consolé
espiritualmente y recibió el consuelo cristianamente, diciendo que bien sabia
tener alma y cuerpo de Dios y que esperaba la salvación de su ánima, por haber
bautizado y vivido con su mujer casado mucho tiempo, y que Dios quería mucho a
sus criaturas especial a los que le conocían y creían por Dios y Señor, y
questa noticia tenía desde el tiempo que entraron los cristianos en ella, por
los haber siempre tratado y conservado y los haber servido e oído la
predicación de los padres; e que él estaba confesado y había hecho testamento y
encomendado su ánima a Jesuxpto, como a cosa criada de su mano.
Preguntado yo a este indio de
qué edad era cuando los cristianos entraron en esta tierra, dijo que era hombre
ya entrado y me señalo a un hijo suyo
que en su aspecto tenia más de veinticinco años; y que servía en aquel
tiempo a Guascar Inga, hijo de Huayna Capa, Señor desta tierra, de guardar sus
plumas, cosa muy estimada entre los indios, por ser amigos de tener adornada la cabeza con plumas, de diferentes
colores; e cuando dieron los cristianos la batalla de Caxamarca, estaba en su tierra, y subiendo los cristianos al Cuzco, vino allí con otros indios della
a ver qué gente era.
Aficionóse a servir a un
soldado que se decía Cardoso, de nación portugués, por le parecer en su persona
y aspecto señor, y le sirvió mucho
tiempo, en el discurso del cual subió con él al asiento de Porco, donde
había noticia de haber mucha plata, por se labrar allí minas del Señor de la tierra antes que los
cristianos entrasen en ella.
Prosiguiendo su historia este
indio de los acaecimientos que la habían acaecido sirviendo a su amo Cardoso,
dijo que le dio una carta para unos soldados que estaban en Chuquiavo, que hoy
es la ciudad de La Paz y vista la carta por los soldados, se enojaron mucho por
las razones que en ellas (así) decía, y por quebrar su enojo en el mensajero,
cosa no usada en buen uso y pulicía, le hecharon perros para que le mordiesen y
aperreasen, y recibió tanto daño en su persona, que estuvo para morir, y desta
causa no volvió en muchos días donde su amo estaba; y viendo el año la
tardanza de su querido Gualpa, preguntaba a los que venían de donde le había
enviado, si le habían visto. No faltó
quien le dijo lo que había pasado; sintió mucho la injuria que le habían hecho
y el daño que le habían hecho a su criado; vino a Chuquiavo desde Porco y
halló a su yanacona maltratado de las mordeduras de los perros; contóle el
trabajo grande que por su mandato había padecido, de los cual recibió
grandísima alteración y fue a buscar a los que le habían hecho tan mala obra, y
riño con ellos y en el campo mató al uno y al otro hirió mal y les quitó las
armas, cosa con que obligó mucho a su
criado Gualpa. Díjome que no le había
engañado su corazón cuando puso en su ánimo de servir a este soldado Cardoso, pareciéndole que entre otros muchos
que vido, tenía más valor en su persona.
Este soldado Cardoso dejó la
provincia de Charcas y asiento de Porco por negocios que se le ofrecieron,
y se fue a la ciudad de Los Reyes y
dejó encomendado a este indio Gualpa a otro soldado amigo suyo, que se decía
Marín, con el cual vivió algún tiempo en resgates y granjerías, que ya se
usaban en el asiento de Porco.
Dijo más, que un día se
juntaron cuatro soldados que se decían Marcos Xaramote, Alvaro de Olmedo, Gaspar Montesinos y Juan Camargo, a ver una
loma de soroche que estaba junto al cerro de Potosí, que hoy llamamos Asientos de Gonzalo Pizarro, en busca de
minas y soroche y le dijeron estando
en la dicha loma “vé aquel cerro y en lo más alto dél hallarás mucha plata
labrada y otro ofrecido a la guaca
que en él está.
Subió al cerro este dicho
indio Gualpa en compañía de otro indio que le señalaron para que con él fuese,
por ser la subida, mucha y áspera, distancia de más de dos mil pasos. Yendo por su jornada con dificultad, llegaron
ambos indios a lo más alto del cerro de Potosí, el cual cerro tiene una mesa en
lo más alto dél de espacio de cien pies, poco más o menos, y en contorno igual
todas partes.
Allí hallaron ser adoratorio
de los indios comarcanos y haber algunas cosas ofrecidas de pocas importancia a
la guaca que allí estaba, lo cual
todo cogió este dicho indio don Diego Gualpa, y lo cargó en su compañero y lo
envió a los cuatro españoles que quedaban en los Asientos que dicen de Gonzalo Pizarro.
Quedóse solo este indio Gualpa
en el cerro de Potosí, después de
haber enviado a su compañero con despojos de la guaca que estaba en lo más alto del cerro, a los cuatro cristianos
que le habían enviado. Puédese
piadosamente creer que la voluntad de Nuestro Señor (fue) que aquel tesoro que
tantos tiempos había estado escondido debajo de tierra, fuese manifiesto a los
hombres para gloria y honra suya por mano de un indio de que su majestad divina
tenía poco conocimiento para que él y los demás desta tierra tuviesen
entendido, como hoy lo van entendiendo, con el gran concurso que de buenos
sacerdotes ha habido, ser nuestro Dios y Criador de todas las cosas, y
olvidasen, como van olvidando, la creencia en que tanto millares de años han estado ciegos y engañados del Demonio,
que sus ídolos y guacas eran
poderosos para dar y quitar salud corporal a los hombre y socorrer a sus
necesidades, como para esto dellos eran invocados con ofrecimientos, presentes
y ayunos y sacrificios y derramamientos de sangre corporal, como se tiene
entera noticia de los sacerdotes que les
predican la ley evangélica y entre otras muchas personas curiosas que con pecho
cristiano ayudan este menester.
Dijo que bajando de la más
alto del cerro, vino un viento tan grande, que dio con él en tierra, cosa
acaecida muchas veces en este cerro de Potosí
ser en él grandes los vientos, por estar escombrado de todas partes y haberle
criado naturaleza a hechura de una punta de diamante, donde perdió el sentido y
estuvo espacio de tiempo después de haberse cobrado sin se poder levantar, Miró
a todas partes por ver si volvía, el compañero que había enviado a los cuatro
cristianos, que dijo llamarse Gualpa yanacona de Marcos Xaramonte.
Tornando sobre si para ser
levantar, puso la mano sobre la tierra, las cuales hicieron en ella señal a
manera de la que se suele hacer cuando se ponen sobre barro bien pisado, y
señaló en ella las manos; e como ya era llegada la hora en que Dios Nuestro
Señor tenía por bien para su servicio que este tan innumerable tesoro fuese a
las gentes comunicado, abrió los ojos del entendimiento a este indio y conoció
ser metal de plata sobre lo que había puesto las manos, por haber visto en el
asiento de Porco otro metal como
éste, y cogió dél cantidad como ocho o
diez marcos y se bajó del cerro en busca de los cuatro cristianos que le habían
enviado, los cuales no le aguardaron y se fueron a Porco.
Fuése este indio Gualpa a Porco y mostró a Alvaro de Olmedo, el
metal que había traído y le contó lo que le había acaecido, el cual hizo burla
de lo que el indio le decía, diciendo que era imposible que del Cerro Potosí hubiese él traído cosa tan
rica. Respondió que cierto le decía
verdad, y que si quería ver era así, se fuesen lo ver junto.- Y a persuación
suya salieron de Porco y vinieron al
Cerro de Potosí, que puede haber
espacio de cinco leguas, y con dificultad iban subiendo al cerro, y llegando
cerca de donde había sacado este indio el metal que mostró al dicho Alvaro de
Olmedo, vino un viento tan grande, que desbarató y llevó la capa y sombrero y
dio en tierra con el dicho Alvaro de Olmedo, de que recibió gran pesadumbre, que sobre el cansancio que
traía del camino, tomó gran disgusto y le pesó de haber venido, por que temió
destar en aquel lugar no usado
despañoles, y de aqueste enojo dio al pobre indio (que le quería hacer rico) de
bofetones y le tiró de los cabellos, y con este enojo y sobresalto no quiso llegar donde dicho
indio había hallado el metal que le había mostrado, porque no le crió Dios para
que este hombre fuese el primer que desta riqueza gozase, sino otro que después
vino. Y así se bajaron sin conseguir lo que estaba manifiesto y llegaron a lo
que hoy se dice Guayna Potosí y le dijo el español Olmedo: “en este lugar hay
minas de plata, que no donde me
llevaste, que no hay sino zupayes o
demonios,”, que lo mesmo quiere decir.
Cuando este indio vido que no
quiso llegar el español Olmedo al lugar do[nde] había sacado el metal que le
había mostrado, díjole en Porco:
“Toma la mitad deste metal y fúndelo” y
el indio se quedó con la otra parte; fundiéndolo el dicho Alvaro de Olmedo,
como cosa que no tenía Dios criado para él, se le fue en humo todo, y el indio
Gualpa fundió su parte, y echando en ello algún soroche, sacó tanta cantidad de plata como metal había fundido, de
que, dijo, recibió contentamiento grande.
Pasados veinte días, este
indio Gualpa volvió al cerro de Potosí
al lugar donde había traído el metal que fundió en Porco, y encima de la tierra estaba a manera de sebo regalado (así) del sol; dijo que con un palo lo juntó y
echó cantidad dello en un costalejo o guayaca, que ellos dicen, y se bajó
camino a Porco y lo fundió con el metal de allí y sacó muy fina plata.
Por la mayor parte, los casos
bien acaecidos en los hombres, sino se comunican con los amigos, no tiene el
espíritu tanto contento como cuando los ha comunicado, y por gozar de este
privilegio y contento, este indio don Diego Gualpa tuvo por amigo a un yanacona que se decía Chalco, natural
del pueblo de Accha, junto al Cuzco,
inga de nación, al cual le dijo haber
hallado en el cerro de Potosí mucha
riqueza de plata y le mostró lo que tenía en su poder de lo que había sacado
del dicho cerro y cómo le había sucedido
al haber hallado. Como por la mayor parte
naturaleza repartió entre los indios que en los demás de otras naciones della,
apeteció este yanacona Chalco ver y
saber de dónde había sacado su amigo Gualpa esta riqueza de plata y le
importunó fuesen a ver donde había lo que decía y mostraba (así).
Ambos de conformidad fueron al
Cerro de Potosí y le mostró el lugar
de donde había sacado la plata que tenía, que lo halló y la manera que lo había
contado, de que ambos a dos amigos se
regocijaron, y como cosa que tenía mano estaba y con tan poco trabajo se
sacaba, ambos cargaron de aquel metal y se volvieron a Porco, hicieron su ensayo, y de los que sacaron, que fue mucho y
bueno, partieron hermanablemente sin lo pesar, por que casi tanta plata sacaron
como carga habían bajado del metal del cerro.
Este yanacona Chalco, inga de nación, servía a Lorenzo Estupiñán,
vecino que fue de esta tierra, y con
otros yanaconas que tenía de servicio
en el asiento de Porco, les dejó a
Diego de Villarroel, que era su mayordomo, para que se ocupase a lo que les mandase,
en el entretanto que iba a la ciudad de
Los Reyes, donde en aquel tiempo residía
la más principal gente deste reino; el cual dicho yanacona Chalco dio noticia de lo que había visto en este cerro de Potosí y mostró la plata que había
sacado en compañía de Gualpa yanacona,
y certificó ser verdad lo que decía a Diego de Villarroel, mayordomo de su amo
Lorenzo de Estupiñan, y le encareció que era mucho más de lo decía; y con esta
demostración de plata y certificación del indio, se dispuso Diego de Villarroel,
que estaba en Porco al presente, a
venir con otros compañeros a ver lo que tan manifiestamente afirmaba ser ansí
el dicho indico Chalco yanacona.
Dijo el yanacona don Diego Gualpa, questando él un dia en Porco, vido venir del camino de Potosí a Diego Villarroel y a Gonzalo
Bernal y a Juan de Portillo, españoles con Chalco yanacona y otros más indios con metal del cerro de Potosí, y registró ante la justicia
Diego de Villarroel, primero que los demás sus compañeros, la mina que hoy está
en la veta de Diego Centeno, que así se llama hoy; y esta fue la primera que
descubrió y registró en el cerro de Potosí
por la voluntad de Dios.
Y prosiguiendo este yanacona Gualpa en su confesión de lo
que era y vido en aquel cerro de Potosí, dijo que junto a la corona del
cerro estaban en aquel tiempo como diez o doce árboles de quinua grandes, entre los
cuales estaban camas de leones desta tierra, y en todo el cerro por ninguna
parte dél había más montaña hasta bajar a lo que hoy es ranchería de indios y
pueblo de españoles, que en estos lugares había mucha cantidad de árboles que
se dice quinua, de la cual me mostró
este dicho indio Gualpa un palo grueso que tenia en su casa, que era de los de
aquel tiempo. He querido decir esta particularidad por que hoy no se hallará en
toda la redondez del cerro ni en todo el poblado de Potosí un árbol ni apenas
otra cosa que le parezca, por estar ya muy trillado ansí de indios como de
españoles.
Dijo más este yanacona don Diego Gualpa, que un pedazo
grande de este metal rico del cerro de Potosí, lo dio a Antonio Quijada, un
soldado de aquel tiempo, y hoy es vivo en esta provincia para que lo enviase al
llatun Apo de Castilla que era en
aquel tiempo inventísimo (asi) César Carlos, quinto deste nombre y primero rey
de España, lo cual se envió al presidente Gasca y lo vido el licenciado Polo
inviar, según me lo dijo el mesmo Antonio Quijada este día sobre dicho ser así
verdad, estando en la Villa Imperial de Potosí.
Preguntando yo a este indio
don Diego Gualpa que tanto tiempo hacía que había descubierto el cerro de Potosí y su riqueza, dijo que hace
veinte y ocho años y nueve meses, pocos días más o menos, en el día que me dio
esta relación; la cual dio con juramento que le tomé y le requerí que dijese
verdad por el juramento que había hecho antes questa confisión hiciese, y por
el tiempo en que estaba, por estar en lo último de su vida y muy enfermo. Lo cual pasó delante de los testigos infra
escritos, que fueron don Diego Conde Gualpa Inga, natural de Urcos, junto al Cuzco, y de Francisco hacha Angara, que se hallaron presentes este
día, y otros indios viejos que estaban en casa deste don Diego Gualpa, que se
conocían de días atrás antes que se
descubriese este dicho cerro de Potosí,
los cuales dijeron llamarse así este dicho
cerro antes que se descubriese las riquezas que dél se ha sacado y se saca.
Los cuales testigos dijeron
ser verdad lo que así había dicho don Diego Gualpa y lo firmaron con juramento
que para ello les tomé, siendo presente y lengua el sobredicho. Jerónimo Hernández, y lo firmamos de nuestros
nombres en este dicho día, mes y año susodicho.
Rodrigo de la Fuente Jerónimo
Hernández
Sanet Angeli
(*) El manuscrito fue
publicado en 1881 por Marcos Jiménez de la Espada: “Relaciones Geográfica de Indias”. Reproducido con el título: “Relación del Cerro de Potosí y su
descubrimiento” en el Boletín de Sociedad Geográfica Potosí en 1913 y en la obra “El Cerro Rico de Potosí” (1545-1995) Antología” en 1995 con el título “Del
descubrimiento de Potosí y quien
fue el primer descubridor y de otras cosas del Cerro”. Finalmente el 2010
fue reproducido en el libro “Creación de la Villa Imperial de Potosí. La Capitulación de 1561. DESCARGAR
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