miércoles, 22 de abril de 2020

La Mita

                                       

                                
El mitayo en el Potosí Colonial

El indio mitayo tuvo un papel preponderante en el desarrollo de la producción de la plata  en la Villa Imperial de Potosí durante los siglos XVI al XVIII. La utilización de mano de obra barata en interior mina y en la construcción de las lagunas artificiales o represas e ingenios hidráulicos.
Los españoles se establecieron en esta región fundando el “asiento y minas de Potosí”, y años más tarde erigiéndola en “Villa Imperial”.
            Los dueños de minas lo único que anhelaban era beneficiarse con la mayor cantidad de plata en el menor tiempo posible, para alejarse después. Pero las inagotables minas del Cerro Rico estaban allí, y no hubo para el español más remedio que residir junto a ellas, conquistado por el metal, forjó su voluntad y venció a la naturaleza.
Para poder explotar la plata, implantaron la “mita”, que en el período incaico se utilizo y que los españoles utilizan este sistema para forzar al indígena en el trabajo en minero.
El reclutamiento y concentración de los indígenas se hacían en lugares determinados cercanos de la Villa Imperial. Los agrupaban en las Parroquias de Indios para su evangelización y posterior distribución  en las minas e ingenios. Además que estos tenían un salarió o emolumento por el trabajo que realizaban en las minas y otros lugares.
El hacinamiento en las parroquias y el laboreo en las minas e ingenios, con lleva enfermedades más comunes que los mitayos padecían.

1. POTOSI
Asiento y Minas
            Se conoce que después de haber fundado la ciudad de La Plata y tomado las minas precolombinas de Porco, se produjo el hallazgo argentífero del Potosí. Enterados los españoles de la riqueza del cerro de Potosí, sin acto formal de una fundación solemne, se asentaron por la fuerza de las circunstancias, como un simple e improvisado "asiento de minas" y quedó fundado de hecho en 1545 un primero de abril, reconocido como día de fundación.

            Se conoce que ya Villarroel, como el primer minero registrador, juntamente con el cap. Centeno, Santandía y Cotamito, reuniendo a los naturales del lugar, alentaron a los demás españoles a poblarla, haciéndose las primeras construcciones apresurada y desordenadamente, como bien apunta Arzans "Muy adelante iba la fundación, que como no se embarazaban en nivelar las calles ni ahondar cimientos, ponían piedra sobre piedra y adobe sobre adobe, con gran prisa, por cuya causa quedó muy mal formada la villa, y las calles tan angostas que sólo se les podía dar nombre de callejones". Como el frío los apretaba con dureza, se dieron prisa, que en pocos días tuvieron ya donde poderse abrigarse.
            Acudieron muchos españoles y casi la mayoría vecinos de Porco y de la ciudad de La Plata. Se fue formando una población que sin lugar a dudas -en este primer momento- no era más que un Asiento Minero. Las casas se fueron haciendo "sin orden, concierto ni medida de calle, pues cada cual hizo su casa con tanta prisa que careciendo de la forma hubieron de quedar sin calle por donde pasar". Dice Arzans que por el mes de septiembre de este año de 1545, había en Potosí más de 170 españoles y 3.000 indios. Un año después estaban edificadas "94 casas, para las cuales se les había señalado sitio en los parajes más secos... y en espacio de 18 meses se hicieron más de 2.5000 casas para más de 14.000 personas que entre españoles e indios había".
            Por su parte Cañete y Domínguez añade: "El pueblo se edificó tumultuariamente por los que vinieron arrastrados de la codicia de la plata, al descubrimiento de su rico cerro. Todos creyeron que sus riquezas, como las de otras minas, no fuesen permanente, por cuyo motivo de nada cuidaron menos que de la población. Cada uno se situó donde quiso, de manera que fueron formando unas calles demasiadas angostas y largas, para asegurar el tráfico y abrigarse de los vientos fríos de la sierra".
            En verdad, ¿quién hubiese deseado fundar una ciudad en región tan inhóspita por su gran altura a 4.000 m.s.n.m., riguroso frío, carencia de agua potable...?. Ni el indio que lo descubrió lo imaginaba, ni el venturoso español pensaba la felicidad de poseer su riqueza.
            Potosí "era tan opulento y rico y tan espléndido en sus funciones, que en la coronación del Serenísimo Emperador Carlos V, se gastaron ocho millones". Y con motivos de las honras fúnebres realizada en su memoria en 1559, se hizo en la capilla mayor de la iglesia de San Francisco "un castillo, en cuyo término se acabó de edificar con muy grande arquitectura sobre 18 columnas bien altas y gruesas, cubiertas de tafetán morado, cuyas basas y capiteles se platearon...".
            A cuatro años del establecimiento del Asiento se notaban ya signos perturbadores. Las necesidades de víveres, abastecimientos y materiales para la explotación, transcurría el año de 1549, cuando la demanda hizo subir los precios en forma desmedida, en un área que llegaba hasta el Cuzco.
            Lo cierto es que Potosí carecía de autoridades que pudieran decidir, de inmediato sobre el terreno, los conflictos originados por tan anormal concentración de personas dedicadas a la misma empresa de sacar plata del Cerro. Los pleitos emergentes de situación tan singular, debían ser ventilados en La Plata y eso significaba pérdida de tiempo y, al final, trabas y retrasos en labores que no admitían espera.

Villa Imperial
Para que Potosí pase de Asiento Minero a la condición de Villa y contar con autoridades propias, tuvo que transcurrir dieciséis años aproximadamente. Lo cierto es que hasta antes de 1561, Potosí, fue un "Asiento de minas" o “Asiento y minas”.


Los vecinos al ver que el Asiento Minero rendía sus producciones con la misma abundancia que al principio, y que sería permanente y capaz de proveer a lo largo la subsistencia de la población, solicitaron erigirla en Villa, exenta de la jurisdicción de La Plata, ante el Sr. Conde de Nieva, tercer Virrey de Lima y Ministros del Consejo, ofreciendo por esta gracia el respectivo donativo a S.M., en la cantidad que se concertase.
Las autoridades que tuvo Potosí en este tiempo, solo se advierte que el Alcalde Mayor  fue uno de los primeros que gobernaron, hasta el año de 1561, en que comenzaron a llamarse Corregidores. La peculiaridad del gobierno real en Potosí, es que no hubo corregidores exclusivos para ella y su distrito. Descubierto el cerro y poblada Potosí, nadie se molestó de dotarle con un gobierno propio sino que se la insumió simplemente dentro de la jurisdicción del corregidor de la Plata.
Potosí carecía del título y de autoridades que pudieran decidir de inmediato, los conflictos originados por tan anormal concentración de personas dedicadas a la misma empresa, de sacar plata del Cerro. Los pleitos emergentes de situación tan singular, debían ser ventilados en La Plata y eso significaba pérdida de tiempo y, al final, trabas y retrasos en labores que no admitían espera.
Por otro lado, los vecinos al ver que el Asiento Minero rendía sus producciones con la misma abundancia que al principio, y que sería permanente y capaz de proveer a lo largo la subsistencia de la población, solicitaron erigirla en Villa (Al respecto del título que menciona Arzans, es dudoso, que si se despachó esta cédula comprendiese tal confirmación, además utiliza dos fechas, en la "Historia" menciona 1547 y en los "Anales" 1553), exenta de la jurisdicción de La Plata.           
En 1561, el vecindario dio poderes especiales a Francisco de la Serna y le envió a Lima ante el Conde de Nieva, Tercer Virrey y Comisarios Reales residentes en aquella capital, para los asuntos de conquista y poblaciones de estos Reinos, ofreciendo por esta gracia el respectivo donativo a S.M., en la cantidad que se concertase.
En virtud de lo cual, después de oídas las objeciones de la ciudad de La Plata y en consideración de los servicios y lealtad de los vecinos, estantes y habitantes del Asiento Minero de Potosí, se concertó la constitución de la Capitulación entre el Conde de Nieva y Comisarios Reales, por una parte, y Francisco de la Serna por otra como Procurador de Potosí, donde está inserta un Auto de 7 de noviembre de 1561 respaldado por una Provisión Real dada en Gante el 23 de julio de 1559 y el Asiento respectivo de 21 de noviembre de 1561.
Por su parte Cañete transcribe parte de la Capitulación y al respecto A. Alba le otorga gran importancia a este documento, comentando que "tiene la significación de documento primordial para la historia de la ciudad" ya que mediante el cual "asciende a categoría de Villa Imperial el asiento minero de Potosí".

Y por este solo hecho de elevar a Villa Imperial el asiento minero de Potosí, se comprometía a pagar a la corona española 79.000 pesos ensayados; hasta fines de enero de 1562 la cantidad de 25.000 pesos y los 54.000 restantes en cinco pagos anuales, cada uno de 10.800 pesos:
En un documento posterior se hace conocer que Potosí, con toda su riqueza, pagaba difícilmente lo que se había comprometido. Mediante una Cédula Real dada en San Lorenzo a 3 de julio de 1573, instruía a las autoridades de la ciudad de La Plata, el cobro de la deuda por haberla exentado de la ciudad de La Plata: "...consta deversenos cantidad de Pessos de oro de los que la Villa Ymperial de Potosí nos avia de servir por averla exemptado de la jurisdicción de essa ciudad de la Plata...".
Obtenida el título y la exención, nada impidió que el cabildo de la Villa Imperial de Potosí fuese constituido el 1° de enero de 1562. Ese mismo día se nombró por Alcaldes Ordinarios a Joanes de Aguirre y Hernando Mateo; Regidores a Francisco Pacheco, Francisco González, Juan Ortiz, Juan Travieso, Juan de Goycorría y Rodrigo de Soria, quienes deberían prestar juramento ante el Corregidor de La Plata o su Teniente, o un Escribano si ninguno de aquellos estuviera presente en la Villa.
            Al poseer autoridades propias la nueva “Villa Imperial de Potosí”, llegaría a disfrutar de determinados privilegios y exenciones, de carácter político y administrativo principalmente. Su característica principal que la diferenciaba del asiento y de lugar, consistía en tener alcalde con jurisdicción civil y criminal.

2. LA MITA
Período incaico
“Mita” o “Mit’a” es una palabra quechua que significa relevo o turno. V. Abecia, señala que el sistema de trabajo forzado era conocido como mit’a y se castellanizó a mita, que significa turno o vez.
Fue una institución creada por el Estado inca con el fin de reunir la mano de obra que necesitaba para trabajos de gran amplitud. La mita servía para la cosecha de la coca, la creación de caminos, el cuidado de terrenos perteneciente al Inca, etc. Era un servicio obligatorio para todos quienes les tocaba su turno o mita. Como lo subraya X. Albo, no hay que confundir la mita con la “mitma” que era un servicio similar pero ya no por un turno breve. Los mitmas estaban a cargo de explotar tierras lejanas de sus lugares de origen pero se quedaban a vivir allí. Tal era el caso de los subsidios del Inca que iban a cultivar terrenos en el valle de Cochabamba por un período indefinido.
La mita, era una institución bien ordenado, planificado y súper vigilado  por el Estado por mediación de sus numerosísimos administradores.  La mita le generaba rentas cultivando sus tierras, cuidando su ganado, explotando sus minas y lavaderos, confeccionado armas, piezas y objetos artesanales, restando diferentes servicios personales (chasquis, tambos, puentes, caminos),   consistía en una labor por turno, pero turnos llevado a efecto por millares de trabajadores, por enjambres de mitayos hábiles (18 – 50 años de edad) extraídos exclusivamente de los ayllus para la construcción y trabajo en obras del Estado. Los mitayos configuraban, pues, los productores directos.

Período colonial
Cuando los españoles vieron la necesidad de proveer mano de obra a las minas de Potosí, reinventaron la mita a su propio beneficio. Por haberse apoyado sobre una costumbre incaica la responsabilidad de reclutar la mando de obra, la administración colonial pudo imponer, sin mucha resistencia, el trabajo forzado. Es preciso mencionar aquí que la mita, aunque aparentemente representaba una práctica tradicional, fue aplicada, durante el período colonial, con una dureza y una crueldad nunca alcanzadas en el período anterior.
Los naturales eran arrancados de sus comunidades agrícolas y “arreados” junto a sus familias rumbo a las entrañas del cerro. A partir de la concentración de los naturales en puntos determinados de la zona, para el indígena iba a ser un cambio total de vida, de campesino o productor agrícola a un trabajo forzado en interior mina. Incluso tenía que vestirse de manera diferente y asumir un ritmo diferente de vida y trabajo.

La mita se basaba en el principio de obligatoriedad que nadie podía rehusar. El virrey  Francisco de Toledo en su visita a los territorios del virreinato estudió por más de 2 años el problema de las tasas y de esta forma estableció el número de huestes de trabajadores que cada repartimiento podría proporcionar a la minería.
En 1573, Toledo instaura la primera mita de la época colonial. Al año siguiente, llegó el primer grupo de mitayos a la Villa Imperial. Para tal efecto fueron sometidas a la mita 16 provincias repartidas entre Potosí y Cuzco.
A la mita fueron también enviadas personas y comunidades a las cuales se quería imponer medidas ejemplares por falta de respeto a las leyes, de observación de los tributos, etc.; de esta forma en la imaginación de la población, la mita fue asociándose con el paso del tiempo al concepto de “castigo”.
El trabajo forzado afectaba a todos los varones comprendidos entre los 18 y 50 años de edad y aún a los menores de 18, casados. Siete de cada diez no regresaba jamás, y en sus comunidades de origen veían volver sólo a las viudas y huérfanos. Todos sabían que en la mina esperaban “mil muertes y desastres”.
Los curacas o caciques locales eran los encargados de identificar los mitayos y entregarlos a las autoridades, haciendo respetar este principio básico para el funcionamiento del régimen colonial en Potosí. Y lo inhumano de los turnos de trabajo, radicaba en que en las minas la actividad comenzaba en una cancha grande, los lunes, al pie del Cerro donde se repartían a los propietarios los naturales de cédula o mita.
Toledo y otras autoridades inteligentemente excluyeron a aquellos originarios de las tierras bajas, ya que ellos difícilmente podían adaptarse a las condiciones climáticas de Potosí. A fines del siglo XVII los de la mita ordinaria debían trabajar en dos puntas, una había desaparecido por falta de tributarios.
Más tarde, variaron el número de las provincias y de los pueblos sometidos al repartimiento. La distancia de las diferentes provincias a Potosí fluctuaba entre 450-1000 kilómetros. Además, fueron nombrados seis caciques como procuradores con el titulo de capitanes. A éstos se sumó un principal de los repartimientos para que ayudase a los capitanes, con amplios poderes. En las comunidades o ayllus los quipocamayos eran los contadores y quienes efectuaban su tarea con ayuda de hilos de colores y cuyas descripciones significaban los ayllus y parcialidades, los pueblos y los naturales, con su ganado y ropa. Incluso los llegados de lugares no muy bajos no soportaron el crudo clima y las terribles condiciones de trabajo, que fallecieron en el camino; de suerte que por doquier cundía el pánico y no faltaron las cartas enviadas por los religiosos a las autoridades sobre el trabajo y tratamiento que se daba a los naturales en las minas e ingenios.

3. MANO DE OBRA Y REPARTO
Explotación minera
El trabajo minero era ejecutado por los indígenas; concentrados en un nuevo habitad tenían que adaptarse a un nuevo ritmo de vida. Pues grandes grupos de indios tenían que sobrevivir al cambio cultural. El conjunto de comportamiento, costumbres, alimentación y reglas propias de una comunidad se concentraba en un solo y se mezclaba, porque cada comunidad tenía una vestimenta o costumbre diferente, que esto se fusionaba con otra, la de los españoles que imponían nuevas reglas de vida en los centros mineros y el indígena aceptaba el sometimiento, pues era considerado de carácter sumiso y callado.
Desde el momento de su reclutamiento en los centros de concentración ya el indio o indígena cambia su identidad dándole un nuevo calificativo “mitayo”, negándosele el derecho a disfrutar de sus tierras, a desarrollar y transmitir su propia cultura y hasta su lengua.
Para comprender esta situación, veamos, por ejemplo, que los trece mil quinientos naturales repartidos en algún año constituían lo que se denominaba “la gruesa de la mita”. De ellos debían trabajar durante una semana la tercera parte (cuatro mil quinientos), esto daba lugar a la “mita ordinaria”; entonces, el resto o sea dos terceras partes (nueve mil quinientos) descansaban durante dos semanas y así se alternaban; un mitayo trabajaba durante casi cuatro meses del año (17 semanas y dos días). En otras palabras, las provincias obligadas tenían una población apta y disponible para 7 años de 94 500 varones; la séptima parte trabajaba un año y descansaba seis.
La semana comprendía cinco jornadas, o sea todas las noches menos las del sábado y el domingo (los días de precepto religioso eran respetados estrictamente).

Para controlar el trabajo de los coaccionados, cada dos días, o sea los miércoles y viernes (recalcando que la semana entera era de cinco días), se hacía la cancha; esto consistía en que cada indígena iba colocando el mineral que había explotado. Esta era la oportunidad para los trabajadores de tomar aire fresco y de ingerir alguna comida caliente que sus familiares les llevaban; ya que los otros días se alimentaban de coca, mote de haba, charque, tostado y otros; o sea que se trataba de una ración fría y seca.
 El número de mitayos fue descendiendo por diversos motivos, incluyendo el aspecto de la salud; y aunque los datos varían de una fuente a otra, a mediados del siglo XVII rebajó la séptima, la gruesa y el tercio. Los 81.000 pobladores de los 16 distritos empadronados por Toledo bajaron, a consecuencia de los fallecimientos y las fugas, a 16.000 en 1662.
La disminución de la mano de obra continúo en el siglo siguiente. A su vez los mestizos, los pequeños comerciantes y todas las categorías exentas de la mita se multiplicaron. Asimismo, los trabajadores libres o mingas eran empleados en las minas y en los ingenios de amalgamación.
A pesar de ello, el trato que recibían los mitayos fue tan duro que pronto éstos comenzaron a fugarse de sus reducciones y pueblos, a fin de no ser enrolados en la mita. De esta forma los indígenas empezaron a ser regularmente censados y asignados a distintos asientos mineros para fines productivos. En estos lugares tenían que prestar un tributo cíclico en mano de obra y trabajo. En la práctica, el servicio forzado llegó a comprender incluso aquellos asentamientos indígenas que distaban cientos de kilómetros de la Villa Imperial.

Lagunas e Ingenios
La construcción de represas e ingenios, monumental obra arquitectónica del sigilo XVI, bien merece un serio estudio; aquí solo, y a manera informativa, daremos a conocer algunos nombres datos que movieron para que se construyan estas obras.

Una vez extraído la plata del Cerro, se comenzó a fabricar un buen número de Trapiches de mano e ingenios, que se encargaban de moler el metal blanco a tiro de caballos. Estos dejaron de trabajar una vez introducida  ingenios grandes de agua, que aun principio se encontraba por el sector de Tarapaya y Cayara por contar agua permanente, pero ocurre que el traslado del metal era costo por lo que se decidió construir represas en la parte Este del Cerro y de Este a Oeste los ingenios, que se alimentaban de las aguas que se concentraba de los granizos y lluvias.
Utilizar aquellas aguas haciéndolas descender a la Villa e Ingenios, eras obras de utilidad de proveyendo de este líquido elemento a la población e ingenios.
Cañete informa que Toledo mandó fabricar 18 lagunas al Este del Cerro, las que a fines del siglo XVIII eran 27. Los ingenios se extendían desde la altura de las lagunas hasta Cantumarca, junto a la Ribera que corría de Este a Oeste, cuyas aguas hacían funcionar 150 cabezas de ingenios en el siglo XVI. Casi la mitad se arruinaron con la inundación de la laguna de Caracari en 1626. muriendo más de dos mil personas en la tragedia. Reparadas las represas y los ingenios, éstos, a fines del siglo XVIII, eran 33 con 82 cabezas.
El repartimiento de indios mitayos para la construcción de las lagunas o represas y los ingenios durante los últimos años del siglo XVI fue considerable, como dije se construyeron y buen número de represas e ingenios.
El virrey Toledo, destinó cuarenta indios para el cuidado, reparación y conservación de estas obras.

4. MOVIMIENTO SOCIAL INDÍGENA
Hospital para indios
Como la mano de obra minera indígena sufría heridas y lesiones graves, los mineros y autoridades resolvieron construir un hospital; con las limosnas recogidas en 1555 se iniciaron las obras del “Hospital Real de Indios de la Santa Vera Cruz”, llamado también de Belén.
El Hospital, trató al mismo tiempo de formalizar la mita, expedir providencias para curación y socorro de los indios; a este respecto se impuso el gravamen de pagar al año en el hospital un tomín o medio pesa ensayado, en lugar de lo que antes pagaban de doctrina, aplicando este ramo para el sustento de los pobres, indios y españoles, del hospital de esta Villa, bajo el cargo de un Administrador que debía correr con su cobranza, con facultades de pedir libramientos contra el Mayordomo del Hospital, para el pago de los salarios.
La mita fue uno de los factores que caracterizó el proceso económico-productivo de la minería potosina, pero también fue uno de los hechos para la propagación de las enfermedades y dolencias.
Los indios emigrantes forzosos en las minas, sacados de su habitad, influyó en sus defensas orgánicas, al punto de hacerlos débiles a ciertos males. Otro hecho, radica en el intercambio de enfermedades entre los migrantes locales con sus similares de ultramar.
Todos estos factores tuvieron que ver con la mortalidad creciente que se experimentó, no llegando sin embargo a su total exterminio, como ocurrió con los originarios de otros lugares conquistados.
Después de más de 500 años, aun subsiste la raza aymará y quechua con sus culturas, idiomas, costumbres y con sus propias prácticas medicinales y de medicamentos empleados hasta hoy en día.
Hacia 1750, la población andina, mermada por las epidemias y las condiciones de trabajo, particularmente duras en las minas y en los ingenios, solo era un cuarto de la de 1533, fecha de llegada de los españoles. En 1780, la mano de obra sometida a la coacción apenas alcanzaba a 2 880, frente a los 14 248 convocados en 1577; vale decir, era apenas la quinta parte. 
Es fácil comprender que estando mal alimentados, y si a eso añadimos su forma de vida, los fines de semana hayan estado acompañados de ruidosas celebraciones tomando ingentes cantidades de chicha; y aunque no les estaba permitido beber vino y aguardientes, sí lo hacían. Además, su vida rutinaria la pasaban acullicando hojas de coca y, con el tiempo, seguramente fumando cigarrillos. Por eso, ellos y sus allegados se fueron haciendo menos resistentes a las enfermedades y epidemias.
Una relación de la época nos muestra la forma de trabajo que tenían en interior minas: “Y los mineros hacen trabajar a los indios, y no los dejan dormir de noche las horas que les tienen ordenadas; y como los miserables están de continuo allá dentro barreteando, ni saben cuándo amanece ni cuándo anochece. Y así pasa esta gente gran trabajo y mueren muchos indios de enfermedad, otros despeñados, otros ahogados, y otros descalabrados de las piernas, que caen; y otros se quedan allá adentro enterrados, de suerte que apenas hay día sin que haya alguna cosa de éstas. (...). A mi me quebraba el corazón de ver cuando los indios salían los miércoles a comer a las bocas de las minas, a recibir la comida que les llevaban las mujeres, los lloros y lágrimas de ellas, de ver sus maridos salir llenos de polvo y flacos y amarillos y enfermos y cansados”, afirma el cronista D. de Ocaña.
Muchos cronistas, al igual que Ocaña, han descrito las principales características de la mita y las consecuencias que este sistema de organización del trabajo tuvo en la situación de salud de los habitantes de Charcas. Las opiniones y descripciones concuerdan en el enorme impacto de este sistema en las condiciones de las personas. Para ellos no cabía duda alguna que el trabajo en las minas e ingenios y el tipo de vida que llevaban los naturales, conducía a distintos tipos de patologías que podían tener consecuencias fatales: diversas enfermedades bronco-pulmonares, entre las que podemos destacar a: la tuberculosis, la bronquitis, el asma, la silicosis, la neumoconiosis, las afecciones cardiacas y también del estómago, vesícula, riñones, hígado, nervios, ojos, oídos y extremidades.
De todo esto se generó una condición crónica de enfermedad que afectó a la mayoría de quienes trabajaron en la minería. Algunas patologías en particular acecharon a los trabajadores de las minas e ingenios durante todo el período colonial. A falta de instituciones para proteger a las clases desposeídas en su lucha por su existencia, no cabe la menor duda que la caridad pública hacía una labor encomiable y piadosa. No se concebía desde la época pre-colonial un menesteroso abandono y, por este motivo, tanto los huérfanos, los enfermos, los ancianos y en general los pobres recibieron de los benefactores medicamentos, ropa y víveres.
En todo caso el dato cierto y muy curioso es que a la hora de entregar datos de tipo epidemiológico sobre los efectos de la actividad minera en la población nativa durante el período colonial, nos encontramos con una falta evidente de información fidedigna. Sólo es posible razonar a través de inferencias, hipótesis y descripciones cualitativas. Ya hemos mencionado que con el transcurrir de los años, la mita y los mitarios fueron disminuyendo; y entre una de las causales se cuenta la desolación que causaron aquellas grandes epidemias. Dignas de mención, son: la de 1590, cuando se desató una de viruela que casi dio fin con la población nativa; y el problema de fuentes de trabajo se tornó tan agudo que incluso se pensó traer negros del Brasil para relevar a los mitayos que estaban muy agotados. Se aseguraba que el exterminio de la población se debía a enfermedades como la erisipela y el garrotillo, del año de 1614; sin olvidarse de la mayor de todas las pestes, la de 1719 (bubónica, tabardillo, etc.) que hizo estragos entre la gente indígena. Las epidemias tuvieron un papel importante en el colapso demográfico de la América indígena.

Casa del Pagamento
A los indios que trabajaban efectivamente en sus respectivos repartimientos, se pagaban antes sus jornales los domingos de cada mes, con las solemnidades y en el lugar que disponen las Ordenanzas. Años después este método de paga cambia, porque los pagos se han hacen los lunes de cada semana, en un lugar llamada Guayna, situado al pie del Cero, a la izquierda del camino real.

Para la paga, debían concurrir el Gobernador, Escribano de Minas, y uno de los Oficiales Reales, para que se forme relaciones o registros de estos pagos, para su posterior remisión al Consejo, refrendada por el Escribano de haber pagado en mano propia de os indios mitayos.

Asisten también a esta paga, el Capitán Mayor, Alcaldes Veedores y los azogueros que tienen repartimiento o sus apoderados, bajo la pena de ser suspendidos del repartimiento por  semanas. Muchas veces no participa el Superintendente y el suple el Capitán Mayor.


CONCLUSIONES
Lo descrito en las líneas precedentes nos revela claramente el enorme impacto que tuvo la minería en la vida y en las condiciones de salubridad de la población indígena en la Villa Imperial de Potosí y otras provincias limítrofes: las minas y los ingenios fueron sin lugar a dudas una causal constante de patologías y enfermedades para la población; esto, pese a los esfuerzos que se realizaron, en términos legislativos, para mitigar la rudeza del trabajo y humanizar el sistema.
También, es posible recordar que quizás el mayor impacto de la minería se manifestó en forma indirecta; más que en muertes violentas y accidentes, a través de enfermedades que consumían lentamente a la población hasta llevarla a la muerte “silenciosa”; fallecimientos o decesos que finalmente no eran clasificados como producto del trabajo minero, sino de otros tipos de causales. Esto ha llevado a varios intelectuales a posiciones extremas y muy divergentes: algunos señalan cifras muy altas, haciendo referencia a millones de muertos. También los cronistas, como hemos mencionado, describen muy dramáticamente el fenómeno.
Si asumiéramos el número de fallecidos de 150 por día, mencionado por Wittman, entre los años del comienzo y culminación de la  mita: 1550-1812, obtendríamos la trágica suma de 15 millones de nativos, pero no sólo en las minas del Cerro. 
Ya hemos indicado que en los primeros años (1548-53), fueron contabilizados más de ocho millones de habitantes. Este dato puede explicarse solamente por la inmensa mortalidad, inferida en cientos de miles, en cada una de las epidemias que de seguro afectaron a los mitayos y sus familias. Además, a los primeros les afectó las consecuencias de la mita y a sus parientes o familiares, las condiciones de habitabilidad y falta de higiene pública. Al respecto, el padre Calancha, tenía la opinión que “en las minas de Potosí sucumbieron más indios que metales [minerales] han molido los ingenios, pues cada peso que se acuña cuesta diez indios que mueren”. A estas opiniones se suma la de Galeano, quien asevera que en 300 años, se sacrificaron unos ocho millones de vidas en Potosí.
¿Por qué tanta mortandad en las minas? Hay que determinar primero al cambio violento de forma de vida y de trabajo. El indio que estaba acostumbrado a un ritmo de vida tranquilo en su habitad es cambiado por otro, en contra de su voluntad, sujeto a cambios culturales impuesta por las nuevas reglas de una nueva sociedad conquistadora.
Se dice que el hombre sin cultura no sabría sobrevivir, pues esto ocurrió con el indio, porque no pudo producir sus alimentos, ni producir su vestimenta o la manera de pedir ayuda  a sus semejantes. Además se afirma que un hombre es tal, sólo cuando vive en un grupo social particular y en una cultura específica.
Ese cambio e imposición cultural, ha permitido al indio perder y destruir su identidad cultural. Transformados en grupos sociales heterogéneos han logrado sobrevivir socialmente en un espacio geográfico diferente con otro tipo de organización social.
Pues el indio en su nuevo habitad o modos vivendi, económicamente estaba impedido a producir o intercambiar sus productos. Socialmente si bien existía vínculos de parentescos no podían asumir funciones políticas; y culturalmente estaban impedidos a realizar sus fiestas y costumbres comunes.
Sacados de su habitad pues no formaban una comunidad o sociedad. No tenían territorio, una organización social y una cultura que desarrollar.
Después de cinco siglos de sometimiento, hoy en día, poco a poco tiende a darse cuenta de la realidad social donde vive, empieza a valor su identidad cultural, quiere tener participación en los poderes del estado y autonomía. Pues si durante la colonial fue sometido, en la republica ha continuado, pues se le ha impuesto un modelo de organización económica y política, hasta que vino la reforma agraria dándole tierras, escuela, voto universal, sindicalismo y participación  política. Y consecuencia de esto, el campesinado quiere tomar las riendas y asumir su propio destino y no imposiciones de unos cuantos que atentan el poder del Estado a través de los partidos políticos, que delinean su organización territorial sobre la ya existente como son los ayllus, su economía y finalmente su cultura.



Bibliografía 
-   Abecia, Valentín: “Mitayos de Potosí”. Barcelona: Técnicos Editoriales Asociados, S.A. 1988
-   Alba, Armando: “Imagen de Potosí y de su Casa Real de Moneda”, en Revista “SVR” de la Sociedad Geográfica y de Historia Potosí”, Buenos Aires, 1944
-  Arzans de Orsua y Vela, Bartolomé: “Historia de la Villa Imperial de Potosí”,  3 tomos, Brown University Press, México, 1965
-  Cañete y Dominguez, Pedro Vicente: “Guía de la Provincia de Potosí”, Ed. Potosí, Potosí, 1952
-  Capoche, Luis: “Relación General de la Villa Imperial de Potosí”, Biblioteca de Autores Españoles, tomo CXXII, Madrid, 1959
-  Crespo, Alberto: “El reclutamiento y los viajes en la ‘mita’ del Cerro de Potosí”. En: La Minería Ensayos (1985): Ensayos sobre la historia de la minería altoperuano. Madrid: Editorial Paraninfo S.A.
-   Chacón, Mario: “Los Hospitales del Potosí Virreynal”, en Revista “Historia y Cultura” de la Sociedad Boliviana de la Historia, Nº 10, La Paz, 1986
-   Chacón, Mario: “Indígenas en el arte colonial potosino”, en Revista “Justicia”, Potosí, 27-julio-1955
-  Galeano, Eduardo: “Las venas abiertas de América Latina”. La Habana: Editores Universales 1991 
-  Ocaña, Diego De: “Un viaje fascinante por la América Hispana del siglo XVI (1599-1609)”, ed. Arturo Álvarez. Madrid: Ediciones Baylén. 1969
-   Omiste, Modesto: “Crónicas Potosinas”, 2 tomos, Ed. Potosí, Potosí, 1981
-   Wittman, Tibor: “Historia de América latina”. Budapest: Imprenta Athenaeum. 1980

-  Archivo Histórico de Potosí (Casa Nacional de Moneda)
-  Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia
-  Archivo General de Indias
-  Biblioteca Nacional de España








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