El mitayo en el Potosí Colonial
El indio mitayo tuvo un papel preponderante
en el desarrollo de la producción de la plata
en la Villa Imperial de Potosí durante los siglos XVI al XVIII. La
utilización de mano de obra barata en interior mina y en la construcción de las
lagunas artificiales o represas e ingenios hidráulicos.
Los españoles se establecieron en esta
región fundando el “asiento y minas de Potosí”, y años más tarde erigiéndola en
“Villa Imperial”.
Los
dueños de minas lo único que anhelaban era beneficiarse con la mayor cantidad
de plata en el menor tiempo posible, para alejarse después. Pero las
inagotables minas del Cerro Rico estaban allí, y no hubo para el español más
remedio que residir junto a ellas, conquistado por el metal, forjó su voluntad
y venció a la naturaleza.
Para poder explotar la plata,
implantaron la “mita”, que en el período incaico se utilizo y que los españoles
utilizan este sistema para forzar al indígena en el trabajo en minero.
El reclutamiento y concentración de
los indígenas se hacían en lugares determinados cercanos de la Villa Imperial.
Los agrupaban en las Parroquias de Indios para su evangelización y
posterior distribución en las minas e
ingenios. Además que estos tenían un salarió o emolumento por el trabajo que
realizaban en las minas y otros lugares.
El hacinamiento en las parroquias y el
laboreo en las minas e ingenios, con lleva enfermedades más comunes que los
mitayos padecían.
1. POTOSI
Asiento y Minas
Se
conoce que después de haber fundado la ciudad de La Plata y tomado las minas
precolombinas de Porco, se produjo el hallazgo argentífero del Potosí.
Enterados los españoles de la riqueza del cerro de Potosí, sin acto formal de
una fundación solemne, se asentaron por la fuerza de las circunstancias, como
un simple e improvisado "asiento de minas" y quedó fundado de
hecho en 1545 un primero de abril, reconocido como día de fundación.
Se
conoce que ya Villarroel, como el primer minero registrador, juntamente con el
cap. Centeno, Santandía y Cotamito, reuniendo a los naturales del lugar,
alentaron a los demás españoles a poblarla, haciéndose las primeras
construcciones apresurada y desordenadamente, como bien apunta Arzans "Muy
adelante iba la fundación, que como no se embarazaban en nivelar las calles ni
ahondar cimientos, ponían piedra sobre piedra y adobe sobre adobe, con gran
prisa, por cuya causa quedó muy mal formada la villa, y las calles tan angostas
que sólo se les podía dar nombre de callejones". Como el frío los
apretaba con dureza, se dieron prisa, que en pocos días tuvieron ya donde
poderse abrigarse.
Acudieron
muchos españoles y casi la mayoría vecinos de Porco y de la ciudad de La Plata.
Se fue formando una población que sin lugar a dudas -en este primer momento- no
era más que un Asiento Minero. Las casas se fueron haciendo "sin orden,
concierto ni medida de calle, pues cada cual hizo su casa con tanta prisa que
careciendo de la forma hubieron de quedar sin calle por donde pasar".
Dice Arzans que por el mes de septiembre de este año de 1545, había en Potosí
más de 170 españoles y 3.000 indios. Un año después estaban edificadas "94
casas, para las cuales se les había señalado sitio en los parajes más secos...
y en espacio de 18 meses se hicieron más de 2.5000 casas para más de 14.000
personas que entre españoles e indios había".
Por
su parte Cañete y Domínguez añade: "El pueblo se edificó
tumultuariamente por los que vinieron arrastrados de la codicia de la plata, al
descubrimiento de su rico cerro. Todos creyeron que sus riquezas, como las de
otras minas, no fuesen permanente, por cuyo motivo de nada cuidaron menos que
de la población. Cada uno se situó donde quiso, de manera que fueron formando
unas calles demasiadas angostas y largas, para asegurar el tráfico y abrigarse
de los vientos fríos de la sierra".
En
verdad, ¿quién hubiese deseado fundar una ciudad en región tan inhóspita por su
gran altura a 4.000 m.s.n.m., riguroso frío, carencia de agua potable...?. Ni
el indio que lo descubrió lo imaginaba, ni el venturoso español pensaba la
felicidad de poseer su riqueza.
Potosí
"era tan opulento y rico y tan espléndido en sus funciones, que en la
coronación del Serenísimo Emperador Carlos V, se gastaron ocho millones".
Y con motivos de las honras fúnebres realizada en su memoria en 1559, se hizo
en la capilla mayor de la iglesia de San Francisco "un castillo, en cuyo término se acabó de edificar con muy grande
arquitectura sobre 18 columnas bien altas y gruesas, cubiertas de tafetán
morado, cuyas basas y capiteles se platearon...".
A
cuatro años del establecimiento del Asiento se notaban ya signos perturbadores.
Las necesidades de víveres, abastecimientos y materiales para la explotación,
transcurría el año de 1549, cuando la demanda hizo subir los precios en forma
desmedida, en un área que llegaba hasta el Cuzco.
Lo
cierto es que Potosí carecía de autoridades que pudieran decidir, de inmediato
sobre el terreno, los conflictos originados por tan anormal concentración de
personas dedicadas a la misma empresa de sacar plata del Cerro. Los pleitos
emergentes de situación tan singular, debían ser ventilados en La Plata y eso
significaba pérdida de tiempo y, al final, trabas y retrasos en labores que no
admitían espera.
Villa Imperial
Para
que Potosí pase de Asiento Minero a la condición de Villa y contar con
autoridades propias, tuvo que transcurrir dieciséis años aproximadamente. Lo
cierto es que hasta antes de 1561, Potosí, fue un "Asiento de
minas" o “Asiento y minas”.
Los vecinos al ver que el Asiento Minero rendía sus producciones con la misma abundancia que al principio, y que sería permanente y capaz de proveer a lo largo la subsistencia de la población, solicitaron erigirla en Villa, exenta de la jurisdicción de La Plata, ante el Sr. Conde de Nieva, tercer Virrey de Lima y Ministros del Consejo, ofreciendo por esta gracia el respectivo donativo a S.M., en la cantidad que se concertase.
Las autoridades que tuvo Potosí en este
tiempo, solo se advierte que el Alcalde Mayor fue uno de los primeros que gobernaron, hasta
el año de 1561, en que comenzaron a llamarse Corregidores. La peculiaridad del
gobierno real en Potosí, es que no hubo corregidores exclusivos para ella y su
distrito. Descubierto el cerro y poblada Potosí, nadie se molestó de dotarle
con un gobierno propio sino que se la insumió simplemente dentro de la
jurisdicción del corregidor de la Plata.
Potosí
carecía del título y de autoridades que pudieran decidir de inmediato, los
conflictos originados por tan anormal concentración de personas dedicadas a la
misma empresa, de sacar plata del Cerro. Los pleitos emergentes de situación
tan singular, debían ser ventilados en La Plata y eso significaba pérdida de
tiempo y, al final, trabas y retrasos en labores que no admitían espera.
Por
otro lado, los vecinos al ver que el Asiento Minero rendía sus producciones con
la misma abundancia que al principio, y que sería permanente y capaz de proveer
a lo largo la subsistencia de la población, solicitaron erigirla en Villa (Al respecto del título que menciona
Arzans, es dudoso, que si se despachó esta cédula comprendiese tal
confirmación, además utiliza dos fechas, en la "Historia"
menciona 1547 y en los "Anales" 1553), exenta de la
jurisdicción de La Plata.
En
1561, el vecindario dio poderes especiales a Francisco de la Serna y le envió a
Lima ante el Conde de Nieva, Tercer Virrey y Comisarios Reales residentes en
aquella capital, para los asuntos de conquista y poblaciones de estos Reinos,
ofreciendo por esta gracia el respectivo donativo a S.M., en la cantidad que se
concertase.
En
virtud de lo cual, después de oídas las objeciones de la ciudad de La Plata y
en consideración de los servicios y lealtad de los vecinos, estantes y
habitantes del Asiento Minero de Potosí, se concertó la constitución de la
Capitulación entre el Conde de Nieva y Comisarios Reales, por una parte, y
Francisco de la Serna por otra como Procurador de Potosí, donde está inserta un
Auto de 7 de noviembre de 1561 respaldado por una Provisión Real dada en Gante
el 23 de julio de 1559 y el Asiento respectivo de 21 de noviembre de 1561.
Por
su parte Cañete transcribe parte de la Capitulación y al respecto A. Alba le
otorga gran importancia a este documento, comentando que "tiene la
significación de documento primordial para la historia de la ciudad"
ya que mediante el cual "asciende a categoría de Villa Imperial el
asiento minero de Potosí".
Y
por este solo hecho de elevar a Villa Imperial el asiento minero de Potosí, se
comprometía a pagar a la corona española 79.000 pesos ensayados; hasta fines de
enero de 1562 la cantidad de 25.000 pesos y los 54.000 restantes en cinco pagos
anuales, cada uno de 10.800 pesos:
En
un documento posterior se hace conocer que Potosí, con toda su riqueza, pagaba
difícilmente lo que se había comprometido. Mediante una Cédula Real dada en San
Lorenzo a 3 de julio de 1573, instruía a las autoridades de la ciudad de La
Plata, el cobro de la deuda por haberla exentado de la ciudad de La Plata: "...consta
deversenos cantidad de Pessos de oro de los que la Villa Ymperial de Potosí nos
avia de servir por averla exemptado de la jurisdicción de essa ciudad de la
Plata...".
Obtenida
el título y la exención, nada impidió que el cabildo de la Villa Imperial de
Potosí fuese constituido el 1° de enero de 1562. Ese mismo día se nombró por
Alcaldes Ordinarios a Joanes de Aguirre y Hernando Mateo; Regidores a Francisco
Pacheco, Francisco González, Juan Ortiz, Juan Travieso, Juan de Goycorría y
Rodrigo de Soria, quienes deberían prestar juramento ante el Corregidor de La
Plata o su Teniente, o un Escribano si ninguno de aquellos estuviera presente
en la Villa.
Al
poseer autoridades propias la nueva “Villa Imperial de Potosí”, llegaría a
disfrutar de determinados privilegios y exenciones, de carácter político y
administrativo principalmente. Su característica principal que la diferenciaba
del asiento y de lugar, consistía en tener alcalde con jurisdicción civil y
criminal.
2. LA MITA
Período incaico
“Mita” o “Mit’a” es una palabra
quechua que significa relevo o turno. V. Abecia, señala que el sistema de
trabajo forzado era conocido como mit’a y se castellanizó a mita, que significa
turno o vez.
Fue una institución creada por el
Estado inca con el fin de reunir la mano de obra que necesitaba para trabajos
de gran amplitud. La mita servía para la cosecha de la coca, la creación de
caminos, el cuidado de terrenos perteneciente al Inca, etc. Era un servicio
obligatorio para todos quienes les tocaba su turno o mita. Como lo subraya X.
Albo, no hay que confundir la mita con la “mitma” que era un servicio similar
pero ya no por un turno breve. Los mitmas estaban a cargo de explotar tierras
lejanas de sus lugares de origen pero se quedaban a vivir allí. Tal era el caso
de los subsidios del Inca que iban a cultivar terrenos en el valle de
Cochabamba por un período indefinido.
La
mita, era una institución bien ordenado, planificado y súper vigilado por el Estado por mediación de sus
numerosísimos administradores. La mita
le generaba rentas cultivando sus tierras, cuidando su ganado, explotando sus
minas y lavaderos, confeccionado armas, piezas y objetos artesanales, restando
diferentes servicios personales (chasquis, tambos, puentes, caminos), consistía en una labor por turno, pero
turnos llevado a efecto por millares de trabajadores, por enjambres de mitayos
hábiles (18 – 50 años de edad) extraídos exclusivamente de los ayllus para la
construcción y trabajo en obras del Estado. Los mitayos configuraban, pues, los
productores directos.
Período colonial
Cuando los españoles
vieron la necesidad de proveer mano de obra a las minas de Potosí, reinventaron
la mita a su propio beneficio. Por haberse apoyado sobre una costumbre incaica
la responsabilidad de reclutar la mando de obra, la administración colonial
pudo imponer, sin mucha resistencia, el trabajo forzado. Es preciso mencionar
aquí que la mita, aunque aparentemente representaba una práctica tradicional,
fue aplicada, durante el período colonial, con una dureza y una crueldad nunca
alcanzadas en el período anterior.
Los naturales eran
arrancados de sus comunidades agrícolas y “arreados” junto a sus
familias rumbo a las entrañas del cerro. A partir de la concentración de los
naturales en puntos determinados de la zona, para el indígena iba a ser un
cambio total de vida, de campesino o productor agrícola a un trabajo forzado en
interior mina. Incluso tenía que vestirse de manera diferente y asumir un ritmo
diferente de vida y trabajo.
La mita se basaba en el
principio de obligatoriedad que nadie podía rehusar. El virrey Francisco de Toledo en su visita a los
territorios del virreinato estudió por más de 2 años el problema de las tasas y
de esta forma estableció el número de huestes de trabajadores que cada
repartimiento podría proporcionar a la minería.
En 1573, Toledo instaura
la primera mita de la época colonial. Al año siguiente, llegó el primer grupo
de mitayos a la Villa Imperial. Para tal efecto fueron sometidas a la mita 16
provincias repartidas entre Potosí y Cuzco.
A la mita fueron también
enviadas personas y comunidades a las cuales se quería imponer medidas
ejemplares por falta de respeto a las leyes, de observación de los tributos,
etc.; de esta forma en la imaginación de la población, la mita fue asociándose
con el paso del tiempo al concepto de “castigo”.
El trabajo forzado
afectaba a todos los varones comprendidos entre los 18 y 50 años de edad y aún
a los menores de 18, casados. Siete de cada diez no regresaba jamás, y en sus
comunidades de origen veían volver sólo a las viudas y huérfanos. Todos sabían
que en la mina esperaban “mil muertes y desastres”.
Los curacas o caciques
locales eran los encargados de identificar los mitayos y entregarlos a las
autoridades, haciendo respetar este principio básico para el funcionamiento del
régimen colonial en Potosí. Y lo inhumano de los turnos de trabajo,
radicaba en que en las minas la actividad comenzaba en una cancha grande, los
lunes, al pie del Cerro donde se repartían a los propietarios los naturales de
cédula o mita.
Toledo y otras autoridades
inteligentemente excluyeron a aquellos originarios de las tierras bajas, ya que
ellos difícilmente podían adaptarse a las condiciones climáticas de Potosí. A
fines del siglo XVII los de la mita ordinaria debían trabajar en dos puntas,
una había desaparecido por falta de tributarios.
Más tarde, variaron el
número de las provincias y de los pueblos sometidos al repartimiento. La
distancia de las diferentes provincias a Potosí fluctuaba entre 450-1000
kilómetros. Además, fueron nombrados seis caciques como procuradores con el
titulo de capitanes. A éstos se sumó un principal de los repartimientos para
que ayudase a los capitanes, con amplios poderes. En las comunidades o ayllus
los quipocamayos eran los contadores y quienes efectuaban su tarea con ayuda de
hilos de colores y cuyas descripciones significaban los ayllus y parcialidades,
los pueblos y los naturales, con su ganado y ropa. Incluso los llegados de
lugares no muy bajos no soportaron el crudo clima y las terribles condiciones
de trabajo, que fallecieron en el camino; de suerte que por doquier cundía el
pánico y no faltaron las cartas enviadas por los religiosos a las autoridades
sobre el trabajo y tratamiento que se daba a los naturales en las minas e
ingenios.
3. MANO DE OBRA Y REPARTO
Explotación minera
El trabajo minero era ejecutado por los
indígenas; concentrados en un nuevo habitad tenían que adaptarse a un nuevo
ritmo de vida. Pues grandes grupos de indios tenían que sobrevivir al cambio
cultural. El conjunto de comportamiento, costumbres, alimentación y reglas
propias de una comunidad se concentraba en un solo y se mezclaba, porque cada
comunidad tenía una vestimenta o costumbre diferente, que esto se fusionaba con
otra, la de los españoles que imponían nuevas reglas de vida en los centros
mineros y el indígena aceptaba el sometimiento, pues era considerado de
carácter sumiso y callado.
Desde el momento de su reclutamiento en los
centros de concentración ya el indio o indígena cambia su identidad dándole un
nuevo calificativo “mitayo”, negándosele el derecho a disfrutar de sus tierras,
a desarrollar y transmitir su propia cultura y hasta su lengua.
Para comprender esta situación,
veamos, por ejemplo, que los trece mil quinientos naturales repartidos en algún
año constituían lo que se denominaba “la gruesa de la mita”. De ellos debían
trabajar durante una semana la tercera parte (cuatro mil quinientos), esto daba
lugar a la “mita ordinaria”; entonces, el resto o sea dos terceras partes
(nueve mil quinientos) descansaban durante dos semanas y así se alternaban; un
mitayo trabajaba durante casi cuatro meses del año (17 semanas y dos días). En
otras palabras, las provincias obligadas tenían una población apta y disponible
para 7 años de 94 500 varones; la séptima parte trabajaba un año y descansaba
seis.
La semana comprendía cinco
jornadas, o sea todas las noches menos las del sábado y el domingo (los días de
precepto religioso eran respetados estrictamente).
Para controlar el trabajo de los
coaccionados, cada dos días, o sea los miércoles y viernes (recalcando que la
semana entera era de cinco días), se hacía la cancha; esto consistía en que
cada indígena iba colocando el mineral que había explotado. Esta era la
oportunidad para los trabajadores de tomar aire fresco y de ingerir alguna
comida caliente que sus familiares les llevaban; ya que los otros días se
alimentaban de coca, mote de haba, charque, tostado y otros; o sea que se
trataba de una ración fría y seca.
El número de mitayos fue
descendiendo por diversos motivos, incluyendo el aspecto de la salud; y aunque
los datos varían de una fuente a otra, a mediados del siglo XVII rebajó la
séptima, la gruesa y el tercio. Los 81.000 pobladores de los 16 distritos
empadronados por Toledo bajaron, a consecuencia de los fallecimientos y las
fugas, a 16.000 en 1662.
La disminución de la mano de obra
continúo en el siglo siguiente. A su vez los mestizos, los pequeños
comerciantes y todas las categorías exentas de la mita se multiplicaron.
Asimismo, los trabajadores libres o mingas eran empleados en las minas y en los
ingenios de amalgamación.
A pesar de ello, el trato
que recibían los mitayos fue tan duro que pronto éstos comenzaron a fugarse de
sus reducciones y pueblos, a fin de no ser enrolados en la mita. De esta
forma los indígenas empezaron a ser regularmente censados y asignados a
distintos asientos mineros para fines productivos. En estos lugares tenían que
prestar un tributo cíclico en mano de obra y trabajo. En la práctica, el
servicio forzado llegó a comprender incluso aquellos asentamientos indígenas
que distaban cientos de kilómetros de la Villa Imperial.
Lagunas e Ingenios
La construcción de represas e
ingenios, monumental obra arquitectónica del sigilo XVI, bien merece un serio
estudio; aquí solo, y a manera informativa, daremos a conocer algunos nombres
datos que movieron para que se construyan estas obras.
Una vez extraído la plata del Cerro,
se comenzó a fabricar un buen número de Trapiches de mano e ingenios, que se
encargaban de moler el metal blanco a tiro de caballos. Estos dejaron de
trabajar una vez introducida ingenios
grandes de agua, que aun principio se encontraba por el sector de Tarapaya y
Cayara por contar agua permanente, pero ocurre que el traslado del metal era
costo por lo que se decidió construir represas en la parte Este del Cerro y de
Este a Oeste los ingenios, que se alimentaban de las aguas que se concentraba
de los granizos y lluvias.
Utilizar aquellas aguas haciéndolas
descender a la Villa e Ingenios, eras obras de utilidad de proveyendo de este
líquido elemento a la población e ingenios.
Cañete informa que Toledo mandó
fabricar 18 lagunas al Este del Cerro, las que a fines del siglo XVIII eran 27.
Los ingenios se extendían desde la altura de las lagunas hasta Cantumarca,
junto a la Ribera que corría de Este a Oeste, cuyas aguas hacían funcionar 150
cabezas de ingenios en el siglo XVI. Casi la mitad se arruinaron con la
inundación de la laguna de Caracari en 1626. muriendo más de dos mil personas
en la tragedia. Reparadas las represas y los ingenios, éstos, a fines del siglo
XVIII, eran 33 con 82 cabezas.
El repartimiento de indios mitayos
para la construcción de las lagunas o represas y los ingenios durante los
últimos años del siglo XVI fue considerable, como dije se construyeron y buen
número de represas e ingenios.
El virrey Toledo, destinó cuarenta
indios para el cuidado, reparación y conservación de estas obras.
4. MOVIMIENTO SOCIAL
INDÍGENA
Hospital para indios
Como la mano de obra minera indígena sufría heridas y
lesiones graves, los mineros y autoridades resolvieron construir un hospital;
con las limosnas recogidas en 1555 se iniciaron las obras del “Hospital Real de
Indios de la Santa Vera Cruz”, llamado también de Belén.
El Hospital, trató al mismo tiempo de formalizar la mita,
expedir providencias para curación y socorro de los indios; a este respecto se
impuso el gravamen de pagar al año en el hospital un tomín o medio pesa
ensayado, en lugar de lo que antes pagaban de doctrina, aplicando este ramo
para el sustento de los pobres, indios y españoles, del hospital de esta Villa,
bajo el cargo de un Administrador que debía correr con su cobranza, con
facultades de pedir libramientos contra el Mayordomo del Hospital, para el pago
de los salarios.
La mita fue uno de los factores que caracterizó el
proceso económico-productivo de la minería potosina, pero también fue uno de
los hechos para la propagación de las enfermedades y dolencias.
Los indios emigrantes forzosos en las minas, sacados de
su habitad, influyó en sus defensas orgánicas, al punto de hacerlos débiles a
ciertos males. Otro hecho, radica en el intercambio de enfermedades entre los
migrantes locales con sus similares de ultramar.
Todos estos factores tuvieron que ver con la mortalidad
creciente que se experimentó, no llegando sin embargo a su total exterminio,
como ocurrió con los originarios de otros lugares conquistados.
Después de más de 500 años, aun subsiste la raza aymará y
quechua con sus culturas, idiomas, costumbres y con sus propias prácticas
medicinales y de medicamentos empleados hasta hoy en día.
Hacia 1750, la población andina,
mermada por las epidemias y las condiciones de trabajo, particularmente duras
en las minas y en los ingenios, solo era un cuarto de la de 1533, fecha de
llegada de los españoles. En 1780, la mano de obra sometida a la coacción
apenas alcanzaba a 2 880, frente a los 14 248 convocados en 1577; vale decir,
era apenas la quinta parte.
Es fácil comprender que estando mal
alimentados, y si a eso añadimos su forma de vida, los fines de semana hayan
estado acompañados de ruidosas celebraciones tomando ingentes cantidades de
chicha; y aunque no les estaba permitido beber vino y aguardientes, sí lo
hacían. Además, su vida rutinaria la pasaban acullicando hojas de coca y, con
el tiempo, seguramente fumando cigarrillos. Por eso, ellos y sus allegados se
fueron haciendo menos resistentes a las enfermedades y epidemias.
Una relación de la época nos muestra
la forma de trabajo que tenían en interior minas: “Y los mineros hacen trabajar a los indios, y no los dejan dormir de
noche las horas que les tienen ordenadas; y como los miserables están de
continuo allá dentro barreteando, ni saben cuándo amanece ni cuándo anochece. Y
así pasa esta gente gran trabajo y mueren muchos indios de enfermedad, otros
despeñados, otros ahogados, y otros descalabrados de las piernas, que caen; y
otros se quedan allá adentro enterrados, de suerte que apenas hay día sin que
haya alguna cosa de éstas. (...). A mi me quebraba el corazón de ver cuando los
indios salían los miércoles a comer a las bocas de las minas, a recibir la
comida que les llevaban las mujeres, los lloros y lágrimas de ellas, de ver sus
maridos salir llenos de polvo y flacos y amarillos y enfermos y cansados”,
afirma el cronista D. de Ocaña.
Muchos cronistas, al igual que Ocaña,
han descrito las principales características de la mita y las consecuencias que
este sistema de organización del trabajo tuvo en la situación de salud de los
habitantes de Charcas. Las opiniones y descripciones concuerdan en el enorme
impacto de este sistema en las condiciones de las personas. Para ellos no cabía
duda alguna que el trabajo en las minas e ingenios y el tipo de vida que
llevaban los naturales, conducía a distintos tipos de patologías que podían
tener consecuencias fatales: diversas enfermedades bronco-pulmonares, entre las
que podemos destacar a: la tuberculosis, la bronquitis, el asma, la silicosis,
la neumoconiosis, las afecciones cardiacas y también del estómago, vesícula,
riñones, hígado, nervios, ojos, oídos y extremidades.
De todo esto se generó una condición
crónica de enfermedad que afectó a la mayoría de quienes trabajaron en la
minería. Algunas patologías en particular acecharon a los trabajadores de las
minas e ingenios durante todo el período colonial. A falta de
instituciones para proteger a las clases desposeídas en su lucha por su
existencia, no cabe la menor duda que la caridad pública hacía una labor
encomiable y piadosa. No se concebía desde la época pre-colonial un menesteroso
abandono y, por este motivo, tanto los huérfanos, los enfermos, los ancianos y
en general los pobres recibieron de los benefactores medicamentos, ropa y
víveres.
En todo caso el dato cierto y muy
curioso es que a la hora de entregar datos de tipo epidemiológico sobre los
efectos de la actividad minera en la población nativa durante el período
colonial, nos encontramos con una falta evidente de información fidedigna. Sólo
es posible razonar a través de inferencias, hipótesis y descripciones
cualitativas. Ya hemos mencionado que con el transcurrir de los años, la
mita y los mitarios fueron disminuyendo; y entre una de las causales se cuenta
la desolación que causaron aquellas grandes epidemias. Dignas de mención, son:
la de 1590, cuando se desató una de viruela que casi dio fin con la población
nativa; y el problema de fuentes de trabajo se tornó tan agudo que incluso se
pensó traer negros del Brasil para relevar a los mitayos que estaban muy
agotados. Se aseguraba que el exterminio de la población se debía a
enfermedades como la erisipela y el garrotillo, del año de 1614; sin olvidarse
de la mayor de todas las pestes, la de 1719 (bubónica, tabardillo, etc.) que
hizo estragos entre la gente indígena. Las epidemias tuvieron un papel importante
en el colapso demográfico de la América indígena.
A los indios que trabajaban
efectivamente en sus respectivos repartimientos, se pagaban antes sus jornales
los domingos de cada mes, con las solemnidades y en el lugar que disponen las
Ordenanzas. Años después este método de paga cambia, porque los pagos se han
hacen los lunes de cada semana, en un lugar llamada Guayna, situado al pie del
Cero, a la izquierda del camino real.
Para la paga, debían concurrir el
Gobernador, Escribano de Minas, y uno de los Oficiales Reales, para que se
forme relaciones o registros de estos pagos, para su posterior remisión al
Consejo, refrendada por el Escribano de haber pagado en mano propia de os
indios mitayos.
Asisten también a esta paga, el Capitán
Mayor, Alcaldes Veedores y los azogueros que tienen repartimiento o sus
apoderados, bajo la pena de ser suspendidos del repartimiento por semanas. Muchas veces no participa el
Superintendente y el suple el Capitán Mayor.
CONCLUSIONES
Lo descrito en las líneas precedentes
nos revela claramente el enorme impacto que tuvo la minería en la vida y en las
condiciones de salubridad de la población indígena en la Villa Imperial de
Potosí y otras provincias limítrofes: las minas y los ingenios fueron sin lugar
a dudas una causal constante de patologías y enfermedades para la población;
esto, pese a los esfuerzos que se realizaron, en términos legislativos, para
mitigar la rudeza del trabajo y humanizar el sistema.
También, es posible recordar que
quizás el mayor impacto de la minería se manifestó en forma indirecta; más que
en muertes violentas y accidentes, a través de enfermedades que consumían
lentamente a la población hasta llevarla a la muerte “silenciosa”;
fallecimientos o decesos que finalmente no eran clasificados como producto del
trabajo minero, sino de otros tipos de causales. Esto ha llevado a varios
intelectuales a posiciones extremas y muy divergentes: algunos señalan cifras
muy altas, haciendo referencia a millones de muertos. También los cronistas,
como hemos mencionado, describen muy dramáticamente el fenómeno.
Si asumiéramos el número de fallecidos
de 150 por día, mencionado por Wittman, entre los años del comienzo y
culminación de la mita: 1550-1812, obtendríamos la trágica suma de 15
millones de nativos, pero no sólo en las minas del Cerro.
Ya hemos indicado que en los primeros
años (1548-53), fueron contabilizados más de ocho millones de habitantes. Este
dato puede explicarse solamente por la inmensa mortalidad, inferida en cientos
de miles, en cada una de las epidemias que de seguro afectaron a los mitayos y
sus familias. Además, a los primeros les afectó las consecuencias de la mita y
a sus parientes o familiares, las condiciones de habitabilidad y falta de
higiene pública. Al respecto, el padre Calancha, tenía la opinión que “en
las minas de Potosí sucumbieron más indios que metales [minerales] han molido
los ingenios, pues cada peso que se acuña cuesta diez indios que mueren”. A
estas opiniones se suma la de Galeano, quien asevera que en 300 años, se
sacrificaron unos ocho millones de vidas en Potosí.
¿Por qué tanta mortandad en las minas?
Hay que determinar primero al cambio violento de forma de vida y de trabajo. El
indio que estaba acostumbrado a un ritmo de vida tranquilo en su habitad es
cambiado por otro, en contra de su voluntad, sujeto a cambios culturales
impuesta por las nuevas reglas de una nueva sociedad conquistadora.
Se dice que el hombre sin cultura no
sabría sobrevivir, pues esto ocurrió con el indio, porque no pudo producir sus
alimentos, ni producir su vestimenta o la manera de pedir ayuda a sus semejantes. Además se afirma que un
hombre es tal, sólo cuando vive en un grupo social particular y en una cultura
específica.
Ese cambio e imposición cultural, ha
permitido al indio perder y destruir su identidad cultural. Transformados en
grupos sociales heterogéneos han logrado sobrevivir socialmente en un espacio
geográfico diferente con otro tipo de organización social.
Pues el indio en su nuevo habitad o
modos vivendi, económicamente estaba impedido a producir o intercambiar sus
productos. Socialmente si bien existía vínculos de parentescos no podían asumir
funciones políticas; y culturalmente estaban impedidos a realizar sus fiestas y
costumbres comunes.
Sacados de su habitad pues no formaban
una comunidad o sociedad. No tenían territorio, una organización social y una
cultura que desarrollar.
Después de cinco siglos de
sometimiento, hoy en día, poco a poco tiende a darse cuenta de la realidad
social donde vive, empieza a valor su identidad cultural, quiere tener
participación en los poderes del estado y autonomía. Pues si durante la
colonial fue sometido, en la republica ha continuado, pues se le ha impuesto un
modelo de organización económica y política, hasta que vino la reforma agraria
dándole tierras, escuela, voto universal, sindicalismo y participación política. Y consecuencia de esto, el
campesinado quiere tomar las riendas y asumir su propio destino y no
imposiciones de unos cuantos que atentan el poder del Estado a través de los
partidos políticos, que delinean su organización territorial sobre la ya
existente como son los ayllus, su economía y finalmente su cultura.
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- Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia
- Archivo General de Indias
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